«Cambios lago y cambios playa: una metáfora para entendernos mejor»
Los cambios forman parte de la vida: los contextos, las situaciones, nosotros mismos… nos transformamos continuamente.
Sin embargo, los cambios, en ocasiones, generan miedo. Esto es debido a la presencia de:
- Incertidumbre: no tenemos una bola mágica que prediga lo que va a suceder.
- Riesgo: podemos cambiar a un estado que genere bienestar o malestar.
- Exposición emocional: implican valentía, afrontar el miedo a la transformación y no paralizarse.
Hoy vamos a hablaros de una metáfora, que especifica precisamente ese proceso previo al cambio en el que las dudas generan temor:
Cambios playa
Son todos aquellos cambios en los que sentimos que tenemos, al menos, un cierto control.
Cuando el calor nos sofoca (malestar) y decidimos meternos en el agua, podemos meternos poco a poco.
Primero nos lo planteamos («me apetece bañarme»); después probamos el agua (cómo me siento con la evolución) y vamos dando pasos a nuestro ritmo.
En cada paso, una oleada de frío recorre la parte nueva que entra en contacto con el agua y todavía no está aclimatada (cierto temor, pero enseguida me adapto de nuevo) y ese paso motiva a dar otro.
En un momento determinado, se decide que uno/a ya se encuentra lo suficientemente bien para sumergirse del todo en el agua.
Es el instante más crítico (alguna gente cuenta hasta 3), pero tras la inmersión, finalmente aparece el bienestar (adaptación al cambio).
Cambio lago
Supone un mayor esfuerzo, porque genera más miedo.
Sabemos que el agua del lago procede de las montañas, por lo tanto, está congelada.
Además, sentimos que tenemos menos control porque sólo podemos decidir entre lanzarnos o no (sin pasos previos, como en el cambio playa).
Los momentos previos son tensos, apareciendo el nerviosismo derivado de saber que un tremendo frío recorrerá nuestro cuerpo.
Nos cuesta más tirarnos; la preparación para el cambio son esos momentos de nerviosismo en el muelle, anteriores al salto.
Además, el agua del lago no es tan cristalina como la de la playa, impidiéndonos ver lo que hay bajo la misma (mayor incertidumbre y riesgo).
Cuando por fin nos lanzamos, el shock es grande (cuesta más aclimatarse); pero finalmente se produce, de nuevo, la adaptación al cambio.
Los cambios lago suelen ser aquellos en los que tenemos poco tiempo para decidir y/o un riesgo e incertidumbre mayores.
Independientemente de que la adaptación siempre se produzca, existe la posibilidad de que el nuevo estado sea: mejor, peor o parecido.
¡No pasa nada!, podemos volver a realizar cambios playa y/o cambios lago las veces que queramos o necesitemos.
Además, independientemente del resultado, la persona se siente valiente y eso ya hace que la decisión previa mereciese la pena.