«Todavía hay gente que piensa que pedir ayuda es de débiles…»
Pedir ayuda es uno de los actos que más le suele costar al ser humano. Por desgracia, nos han educado en la cultura de la vergüenza, del ocultismo y del arrastrar problemas.
La historia de vida de cada individuo, está marcada por momentos en los que ha sentido que no podía más, que se plantaba, que las circunstancias le sobrepasaban… ¡y pudo!, ¡vaya si pudo!, ¡y sin ayuda psicológica!
Pero… ¿tiene más valor sobreponerse sin ayuda psicológica?, ¿por qué se rechaza una ciencia que mejora la calidad de vida de las personas?
Si hay algo que rescato del proceso terapéutico, es ese momento en que el paciente normaliza la terapia y la asume como un desarrollo personal necesario, que le aporta herramientas para mejorar y mantener su estado de ánimo.
Los pacientes, suelen acudir a consulta con un sentimiento de fracaso fruto de la creencia de que son más débiles por no haber logrado solucionar los problemas por su cuenta.
De lo que no son conscientes, es de que así mejorarán: por su cuenta. El esfuerzo lo ponen ellos, nosotros sólo analizamos y orientamos, quien realiza todo el trabajo (dentro y fuera de sesión) es el paciente.
Si el que trabaja en uno mismo es el paciente: ¿por qué no afrontar el problema en solitario?
- Inmersión:
En ocasiones, las personas y sus allegados están tan «embebidas» en la problemática, que repiten conductas (incluso de manera inconsciente) que les impiden salir del bucle en el que se encuentran. A menudo, verbalizan que lo han intentado todo, que no hay opción que no hayan probado, pero analizando cuidadosamente las estrategias utilizadas, se dan cuenta de que: o bien no las han utilizado correctamente, o bien tienen elementos en común que habían pasado por alto (las soluciones son diferentes, pero se parecen).
- Detección es diferente a solución:
Existe la falsa creencia de que al psicólogo hay que acudir cuando la persona no entiende qué le sucede. Aunque esto también es cierto, algunos pacientes tienen claro cuál es el problema, pero necesitan una guía o pauta de actuación porque no saben cómo afrontarlo.
- Afrontar a costa de alargar el malestar:
Quien acude a consulta, es probable que terminase por solucionar su dificultad en solitario. Sin embargo, habría que preguntarse: ¿tiene alguna lógica prolongar un sufrimiento que puede finalizar con anterioridad, en lugar de acudir al especialista y generar una mejoría más rápida?
- Ayuda psicológica Vs ayuda personal:
Difícilmente se saldrá de un estado emocional bajo, sin ayuda (otra cosa es que esta no sea aportada por el psicólogo, sino por: amigos, familiares, pareja, etc.). En ocasiones, los entornos se ven sobresaturados… la persona que se niega a acudir al experto, suele explotar inconscientemente a aquellos que tiene alrededor, que le ayudan como buenamente pueden, con la mejor de sus intenciones. El psicólogo aporta herramientas para que el entorno social del paciente no se vea saturado, siendo la persona la que aprende y pone en práctica estrategias de gestión emocional. La ayuda de los demás es fundamental, pero abusar podría conllevar, incluso, que el que ayuda termine sufriendo otro problema emocional.
- Formación específica:
El psicólogo está formado en observar, analizar y trabajar con conductas que personas no profesionales pueden pasar por alto. Por lo tanto, quien acude a consulta, crece personalmente: se conoce mejor, aprende a manejar sus emociones, se permite aprender de sí mismo y de los demás, etc.
- Debilidad Vs responsabilidad:
No acudir al médico cuando uno tiene un problema de salud físico, es una irresponsabilidad, como también lo es no acudir al psicólogo cuando están presentes problemas emocionales.
Damos gracias al avance de la ciencia, pero si no hacemos uso de la misma, ¿para qué sirve?
Lo anteriormente expuesto, no implica acudir al psicólogo al mínimo síntoma emocional, sino abogar porque no se sufra gratuitamente.
Entonces… ¿Cuándo debo acudir al psicólogo?
- Me cuesta adaptarme a los cambios y genero un nivel de: estrés, tristeza, ansiedad, etc. que me deja agotado/a.
- Dependo en exceso de la opinión, ayuda y consejo de los demás.
- Siento que «no soy yo mismo/a» desde hace una temporada.
- Tengo dudas de si puedo estar sufriendo un trastorno psicológico.
- Ha sucedido algo grave en mi vida, y necesito ayuda para sobrellevarlo.
- No encuentro solución a los problemas que se me presentan, y los arrastro en el tiempo.
- Tengo un trastorno crónico que necesita supervisión psicológica.
- Creo que puedo tener una adicción.
- Tengo un miedo intenso que interfiere en mi vida cotidiana: trabajo, relaciones de amistad, de pareja, etc.
- Necesito orientación profesional para enfrentarme a un problema personal en el trabajo.
- Quiero aprender estrategias para compensar algún rasgo de personalidad, como por ejemplo: aprender a entablar conversaciones.
- Me gustaría conocerme mejor y mejorar mi autoestima.
- Otras circunstancias.
Pedir ayuda requiere de la valentía que conlleva: hacerse cargo de las dificultades, meditarlas y trabajarlas, crecer personalmente de ellas… Implica dedicar tiempo, esfuerzo y actitud, obteniendo como resultado la adquisición de herramientas psicológicas que perduran toda la vida.