La decisión de acudir a terapia psicológica, no es fácil. La persona trata de superar sus problemas por sí misma, hasta alcanzar un punto de indecisión en el que se cuestiona la necesidad de ayuda profesional.
Nuestra experiencia como psicólogos, nos demuestra que no todos los clientes que acuden a consulta necesitan prolongar su estadía. En ocasiones, el asesoramiento y la orientación son suficientes para disminuir el malestar leve.
Sin embargo, otro porcentaje se ve incapacitado para solucionar sus dificultades psicológicas y emocionales, siendo necesaria la intervención psicológica.
¿Cuáles son los indicadores de que necesito terapia psicológica?
- Cuando te conviertes en tu peor enemigo: estás continuamente criticando tus conductas y tu forma de ser (sintiéndote a disgusto contigo mismo) y notas como la autocensura destruye (cada vez más) tu autoestima.
- Si las emociones te manejan: reaccionas excesivamente ante situaciones que anteriormente no producían respuestas tan intensas, p.ej.: llanto incontrolado, irritabilidad, ataques de ira, sensibilidad extrema, ansiedad y/o ataques de pánico frecuentes…
- Sientes que no tienes el control de tu vida: te parece que la vida te “arrastra”, y que tus decisiones ya no son tan influyentes en el curso de la misma (en general o en un área específica: relaciones, familia, trabajo, etc.), como lo son las decisiones de los demás.
- Tienes un problema y no sabes cómo solucionarlo: ante la misma situación, repites patrones de conducta que no favorecen la resolución del conflicto. Estos hábitos erróneos, conllevan sentimientos de frustración y malestar emocional. Este problema se encuentra frecuentemente en crisis de pareja y dificultades educacionales: ante conflictos parecidos, se ponen en marcha (una y otra vez), estrategias que no resultan exitosas, por desconocimiento de las medidas de intervención eficaces.
- Has tenido/atraviesas una experiencia vital especialmente dura: suelen ser inevitables y, aunque nos gustaría, no podemos cambiarlas, borrarlas o eliminar el dolor de golpe (p.ej. fallecimientos, enfermedades, abuso sexual, etc.). No tener el poder de eliminar el dolor, no significa que no esté en nuestra mano aprender a llevarlo, asimilarlo, adaptarlo y mitigarlo, para poder continuar viviendo con una buena calidad de vida.
Lo anteriormente expuesto puede resumirse en la recomendación general: acude a terapia siempre que sientas que el problema supera tu capacidad para solucionarlo.