«La soberbia se detecta cuando apreciamos un trato distante y despreciativo hacia las opiniones, conductas o formas de ser de la otra persona»
Esta es una de las frases más escuchadas en consulta: «ojalá tuviera la autoestima que tiene él/ella…». Sin embargo, ese modelo al que el paciente envidia no siempre es ejemplo de autoafecto. Cuando los profesionales rascamos la superficie nos encontramos con una realidad de la que poco se habla: algunas personas confunden la soberbia con la autoestima.
La autoestima es el componente valorativo del autoconcepto: el autoconcepto es cómo nos definimos (p.ej. inteligente, curioso, habilidoso, etc.), y la autoestima es cómo nos hace sentir esa interpretación (p.ej. orgulloso, feliz, inadaptado, etc.)
Partiendo de esa base, resulta obvio que no es incompatible quererse, y tratar con respeto y educación a los demás:
Soberbia:
- Se expresa con agresividad (no confundir con la agresión física o el insulto directo): eleva el tono, no respeta los turnos de palabra, emplea frases que ridiculizan tu pensamiento (p.ej. «¡eso es una tontería!»).
- Su comunicación no verbal indica superioridad: sonríe con ironía a tus argumentos, mueve los ojos en señal de cansancio mientras te escucha, emplea las manos para emitir señales de «desprecio» cuando intentas razonar tu explicación, etc.
- Habla constantemente de él mismo: la conversación gira en torno a su vida, su trabajo, sus pensamientos, y sus habilidades personales. El tiempo que emplea en sí mismo, es notoriamente superior al de su interlocutor.
- Evita las críticas: se pone a la defensiva si recibe cualquier verbalización que entiende como crítica, independientemente de que esta sea constructiva. Busca cabezas de turco por no sentirse capaz de enfrentar la responsabilidad de sus actos (consciente o inconscientemente).
- Prioriza constantemente sus necesidades: pensará primero en él y lo que quiere, actuando en consecuencia, a no ser que no le quede más remedio (en ocasiones, para cuidar a nuestro entorno, debemos posponer un instante de «felicidad» propio, en favor del ajeno).
- Confunde la sinceridad con la mala educación: piensa que debe expresar su pensamiento en todo momento, no adecuándose al contexto y la sensibilidad de su interlocutor. Cuando opina, no suele utilizar el tacto a pesar de conocer cómo puede reaccionar la otra persona.
Autoestima:
- Se expresa de manera asertiva: la persona con autoestima no se queda callada (pasividad), pero tampoco impone su opinión (agresividad). Se siente lo suficientemente a gusto consigo misma como para poder respetar las diferencias de pensamiento.
- Su comunicación no verbal es relajada: escucha para entender y forjar su propia opinión, no para contestar y demostrar lo que sabe.
- Se interesa por los demás: hace preguntas para conocer la opinión de los otros, sus circunstancias y/o su estado emocional.
- Afronta las críticas: recibe la información, la analiza, y extrae aquellas partes de la argumentación que pueden tener lógica, para así poder aprender de sus errores.
- Prioriza su bienestar: pero este también depende de que su entorno esté bien cuidado, alternando el cuidado personal con el de terceros.
- Se expresa con tacto: es consciente de que determinados asuntos son especialmente sensibles y deben abordarse con mucho respeto.
La autoestima puede y debe trabajarse, pero es necesario saber diferenciarla de la soberbia para no terminar adaptando características relacionadas con la altanería. La arrogancia no es digna de envidia, mientras que una autoestima sana es un modelo que puede inspirar a trabajar en uno mismo.
«La soberbia no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano» ( Leonardo Murialdo).
Sabemos cómo ayudarte a mejorar tu autoestima; contacta con nosotros, estaremos encantados de atenderte.