La ira, es una emoción cuya función está vinculada a la supervivencia humana.
Los primeros homínidos tenían dos formas principales de actuar ante un peligro: huir o atacar. Esta segunda respuesta está relacionada con la activación de los mecanismos psicofisiológicos (psíquicos y corporales) de la ira.
En mayor o menor grado (p.ej. molestia o enfado en el polo bajo, hasta el ataque físico en el lado opuesto), todas las personas la han sentido alguna vez; ya que forma parte de nuestro repertorio emocional y, por lo tanto, es adaptativa: cumple un papel fundamental en la comunicación y pervivencia de la especie. Sin embargo, una activación excesivamente frecuente e intensa, puede derivar en reacciones disfuncionales que generan un intenso malestar (“ataques de ira”).
El neuropsicólogo de reconocida fama mundial, Trevor Powell, en su libro: “Head Injury. A practical guide”(1994), describe un proceso de actuación frente a esta emoción que es considerado especialmente útil, dada la facilidad con la que los pacientes suelen recordar las pautas conductuales a seguir (Poweel, T. ; 1994):
MODELO R.A.B.I.A
R: reaccione antes de que aparezcan situaciones de “riesgo”, que puedan activar su ira.
A.: advierta los primeros síntomas psicofisiológicos que le indiquen que está a punto de explotar de ira.
B: busque una forma de relajarse.
I: intente distanciarse de la situación y, si es preciso, distraerse.
A: anote cuáles han sido las estrategias con las cuáles ha conseguido calmarse.
Si no eres capaz de manejar tu ira, o convives con alguien que no sabe gestionar esta emoción, ponte/poneos en contacto con nuestro centro: queremos ayudaros a manejarla.
“La ira es como el fuego; hay que apagarla al primer chispazo. Después, es tarde” (Giovanni Papini).