¿Qué debes evitar a la hora de comunicarte con tu pareja? ¿Cómo puedes mejorar la interacción?
La comunicación es el área que más se deteriora cuando se afronta una crisis de pareja. En este sentido, los “distorsionadores de la comunicación” afectan negativamente al intercambio comunicacional (F.J. Labrador, 2015),:
Etiquetas excesivas:
Cuando la crisis de pareja se agudiza, aparecen expresiones como: “eres un desastre”, “todo lo haces mal”, “nunca entiendes nada”; que hacen referencia al “ser” del otro miembro; presuponiéndole características de personalidad valoradas como “negativas”. Estas etiquetas son generalizaciones (¿siempre se es un desastre o sólo en determinadas áreas?; ¿alguien puede hacer todo mal, es decir, ser un completo inútil?; ¿con una inteligencia dentro de la normalidad, es posible no entender nada?) que son vivenciadas por el interlocutor como un ataque directo a su autoconcepto, por lo que no sentirá empatía hacia quien emita el juicio, favoreciendo una discusión inerte (que no aporte nada positivo a la pareja).
Términos vagos:
Este es el error de comunicación más común, y el menos detectado. Consiste en emplear frases que pueden ser interpretadas de distinta forma por cada uno de los miembros de la pareja. Así, la frustración aumenta a medida que se comprueba que no se ha conseguido el cambio conductual deseado en el compañero. Por ejemplo: “Me gustaría que me ayudaras más en las tareas de casa”, es una afirmación poco específica y sujeta a diversas interpretaciones (la pareja puede creer que realizando un par de recados, está ayudando lo suficiente, y la otra persona no opinar lo mismo). Sin embargo, si se expresa lo siguiente: “me gustaría que bajaras la basura mientras yo recojo los juguetes del niño, y después hicieras la cena”, se especifica correctamente qué se desea del otro, sin dar lugar a la malas interpretaciones.
Inconsistencia en los mensajes:
La ambivalencia emocional puede entorpecer la comunicación mediante la emisión de dos mensajes (verbales o no verbales) contradictorios. Por ejemplo: si una persona se enfada con su pareja, deja de hablarle, pero después de un tiempo medita acerca de la crisis que están atravesando, se enternece y abraza a su ser querido, sin haber tenido una conversación previa, el otro miembro no sabe qué ha sucedido en su cabeza para que diera ese paso; lo más probable es que piense que es una persona con un carácter voluble (cuando en realidad, hubo un proceso de pensamientos previos, que nada tiene que ver con la improvisación o el impulso emocional).
Sarcasmo:
Cuando se emplea un tono de voz irónico, con mensajes que pueden hacer daño, no se favorece la comunicación. En este caso, no se está gestionando un conflicto, sino actuando con ira para dañar al otro.
Además de evitar la comunicación errática, es importantísimo elegir: el momento adecuado (p.ej. cuando ninguno de los dos tenga prisa o se encuentre excesivamente cansado), el lugar (p.ej. donde no puedan ser interrumpidos y se pueda respetar la privacidad) y cómo transmitir el mensaje (p.ej. no dejándose llevar por las emociones, tratando de estar lo más sereno posible).
En este sentido, los objetivos principales de comunicación son: establecer una comunicación asertiva, modificar creencias rígidas y plantear soluciones a las problemáticas encontradas.
La pareja está en constante evolución, por lo que, en ocasiones, habrá que redirigir a la misma aportando pautas conductuales que ayuden a superar las crisis por las que atraviesa.
“Las parejas felices no tienen porqué tener el mismo carácter, pero sí la mejor comprensión de sus diferencias” (anónimo).